MASONERÍA AL DÍA / 170 años de Unión Fraternal

Columna de opinión

170 años de Unión Fraternal

Manuel Romo

Director de Investigación Histórica de GLCH

El 27 de julio de 1853, se fundó en Valparaíso una Logia masónica que, a diferencia de las otras dos existentes en la ciudad, trabajaría en castellano, con la finalidad de atraer a personas que prefirieran comunicarse en su lengua materna y no en francés o en inglés.

De esta manera, pronto recibieron la iniciación personajes de gran importancia en la esfera pública, como José Victorino Lastarria, Juan de Dios Arlegui y Domingo Faustino Sarmiento, quienes colaboraron para atraer a otros, de modo que pronto la Logia vio colmadas sus columnas.

El artífice fue Manuel de Lima y Sola, un joven comerciante proveniente de Curazao, en las Antillas holandesas, y establecido en Chile desde 1845, tres años después de haber recibido su iniciación masónica en Caracas, Venezuela, a quien, con justicia, se le recuerda como el fundador de la Masonería chilena.

En Unión Fraternal fue iniciado Enrique Pastor López, quien, en noviembre de 1856, organizó la Masonería en Concepción; allí también vio la luz de la iniciación la mayoría de los hermanos que, en noviembre de 1864, llevaron la Masonería a Santiago.

De su seno surgió la idea de independizar a la Masonería nacional del Gran Oriente de Francia en 1862, sumando a este proyecto a hermanos de Concepción y Copiapó, iniciativa que permitió la creación de la Gran Logia de Chile.

Unión Fraternal cultivó la caridad como una de las virtudes por excelencia, pero también dio especial realce a la acción masónica, con la finalidad de influir en la sociedad a través de los actos virtuosos de sus integrantes.



Colaboraron, en este sentido, polemizando en la prensa y debatiendo en el Parlamento para lograr la libertad de culto, la educación libre de dogmas religiosos y la promulgación de las leyes laicas que dieron más libertad a la sociedad chilena.

Algunos de sus miembros, como Benicio Álamos González, por ejemplo, contribuyeron a la difusión del derecho de las mujeres a la educación superior y ayudaron a que artesanos y obreros organizasen instituciones mutualistas, que les asegurasen apoyo económico en caso de enfermedad o muerte. Junto con esto, el mismo hermano Álamos González, fomentó la participación política de los trabajadores, para extender la democracia.

Cuando en 1912, Unión Fraternal volvió a levantar sus columnas en Santiago – abatidas temporalmente en Valparaíso hacia 1908 –, reunió en su seno a hermanos que, desde el Congreso Nacional, aportaban para que la acción política se centrase en la justicia social.

Al cumplirse por estos días los 170 años de existencia de Unión Fraternal N°1, sus integrantes pueden hacer un balance muy satisfactorio respecto al rol que le cupo a su Logia, contribuyendo al desarrollo institucional y nacional. No se puede olvidar que de su seno surgieron Grandes Maestros y presidentes de la República.

Celebrar un nuevo aniversario de Unión Fraternal N°1 es recordar el nacimiento de la Masonería chilena.