Entrevista
La Influencia masónica
en la vida de Osvaldo Maldonado
Desde niño corría por los pasillos de los Centros Femeninos porque su papá era el cuidador. Pensaba que esa era su casa, un lugar lleno de símbolos que lo acompañaron durante muchos años.

Sin saberlo, la Masonería era un ambiente natural en su vida. Hablamos del Pro Gran Secretario, Osvaldo Maldonado, un hombre agradecido de las oportunidades que ha recibido y que ha sabido aprovechar.
Su arribo a la Gran Logia fue primero como funcionario porque su padre era auxiliar de la Institución y amigo del padre de Rubén -uno de los funcionarios más antiguos que entrevistamos hace unas semanas. Sin embargo, cuando estaba en la Gran Tesorería comenzó a notar fuertemente la influencia masónica. Es así como ingresa a la Orden en 1989 y llegó a ser Venerable Maestro de su Logia Sótero del Río durante dos periodos.
Su vida profesional se ha unido fuertemente al trabajo masónico pues hace casi 20 años que trabaja en la Gran Logia de Chile. Partió en la Gran Tesorería en 1984 y llega a la Gran Secretaría en 2006 en calidad de Pro Gran Secretario. Antes de ello, fue Administrador del Hogar Sótero del Río – lugar para Ancianos Masones- que posteriormente terminó en 1997.
Siente que tiene un doble compromiso por su calidad de masón y también de funcionario. Una mezcla que debe ser doblemente ética y de cumplimiento con todas las labores administrativas necesarias para el funcionamiento de la Institución.
“Mi trabajo de Pro Gran Secretario demanda un 100%, y lo hago con mucho gusto. Se responde a todo lo propio de esta área, pero también ayudar a los Hermanos cuando necesitan una chaqueta o un mandil, necesarios para las Tenidas masónicas. He sabido aprovechar las oportunidades que me ha dado la Masonería y me he preparado y perfeccionado”, añade el Hermano Osvaldo.
El trabajo de la Gran Secretaria es una parte muy importante del Gobierno de la Institución y es clave como nexo para cada una de las Logias.
Sus inicios
Comenzó siendo profesor de Estado para luego completar un postgrado en Administración de Empresas. Es un permanente estudioso autodidacta y curioso por saber. Se casó en 1979, tuvo dos hijos y según sus palabras, procuró darles todas las herramientas para que fueran profesionales. Ambos son abogados.
Cuando habla de Masonería se nota una postura reflexiva y de recuerdo de lo que para él ha significado y le ha enseñado la Institución. “Es un camino estructurado de conocimiento interno, de descubrimiento personal. Todos llegamos con una base, pero el vivir y convivir en grupo es muy difícil y más aún mantener los principios a los que se adhiere. Aprender a relacionarse, a poner en práctica la tolerancia no es una tarea fácil. Yo soy muy elocuente y el silencio es una condición que se aprecia aquí. Admiro a la gente moderada, que no se acalora porque el ser humano es tan frágil como la porcelana”, reflexiona el Hermano Osvaldo.

Confiesa que uno de sus peores defectos es la intolerancia, no dar espacio o tribuna al otro, no aceptar que hay opiniones distintas a la propia mirada. Eso pasa porque se tiene sólo una visión y eso encasilla, como si eso fuese una verdad absoluta. La Masonería expande esa visión, la interacción con distintos Hermanos cuyas formaciones profesionales son diferentes contribuye a ampliar el horizonte propio. Piensa que sus capacidades son muchas e inexploradas aún y que es capaz de mucho más porque el camino de la perfección humana no termina.
Su mayor valor ha sido aprender a ser tolerante y lo grafica con un ejemplo. “ A veces estoy con un Hermano que no tengo afinidad, que me provoca molestia, sin embargo, soy capaz de recibirlo, escucharlo, atenderlo, responder inquietudes, sin que mi intolerancia aflore. Esa es una gran lección”, termina el Hermano Osvaldo